Hace tiempo que vengo pensando en varias historias que me han contado mis amigas sobre “ese” momento en que no te queda más remedio que darte cuenta que estás desbordada. Entonces pensé en que hagamos un post entre todos (los que me siguen por el blog y también los que me leen por el Facebook) contando “esa” anécdota propia o que le pasó a la amiga de mi amiga. Esa historia y no otra, para contar relajadas en rueda de amigas tomando un mate o una picadita. Para romper el hielo cuento dos:
La primera me pasó en la época en que no tenía niños y me preparaba para ir al centro a comprarme un jean. Ya sabía a que comercio iba, quedaba cerca de casa, acomodé un poco la casa, agarré la bolsa de la basura y salí a ponerla en el contenedor o lo que había en esa época. Tomé el colectivo por pocas cuadras porque no tenía muchas ganas de caminar, llego al local, me pruebo la prenda y cuando después de pagar me iba, la empleada me dice: “se olvida la bolsa” Miro y ahí estaba ¡la bolsa de residuos! sobre el mostrador de la cajera muy oronda mostrándome mi enajenación de ese momento. Estoica la tomé y la tiré en el primer basurero que encontré.
Otra: el protagonista es mi marido que es EL REY del despiste. Íbamos en el auto una mañana al aeropuerto, él manejaba y yo lo acompañaba. Su destino era Córdoba y como siempre íbamos con los minutos contados. Llegamos, lo saludo, voy hacia el auto y me doy cuenta que no tengo la llave del mismo. Corro al aeropuerto y en el mostrador con la mano levantada grito: “¡paren ese avión!”, ya era tarde, por las amplias ventanas vi como se iba la nave que llevaba a mi marido y en su bolsillo lo necesario para que YO volviera a casa. Resignada e indignada paré un remisse, le dí la dirección, lo hice esperar y volví al aeropuerto con la copia de las llaves en el bolsillo. Cuando regresé a casa llamé a mi marido (que en todo ese tiempo ya estaba en Córdoba) y le dije que sacara todo lo que tenía en el bolsillo….
Ahora les toca a Uds. ...